jueves, 20 de agosto de 2009

Números y estrellas

En un mundo con tanta producción de información se requiere cada vez más de especialistas que la seleccionen, la traten y la valoren; de otro modo es difícil que de unos datos podamos obtener conocimiento. ¿Qué restaurante es bueno? Caben muchas respuestas y dependen de lo que cada uno espere encontrar en un establecimiento concreto. Si lo que se quiere es comer bien, habremos desechado una buena parte de los locales de bajo nivel y otros con muchas pretensiones y altos precios. Aún así quedarán muchos en una localidad de buen tamaño, o en la zona en la que nos estemos moviendo. Personalmente, hay dos cosas que me molestan sobremanera en asuntos de restaurantes: perderme uno bueno en el lugar en el que esté por entrar en otro que no lo sea, y que no haya relación entre precio y calidad. Esto lleva inevitablemente a dos soluciones, al menos en mi caso: echar mano de los amigos que les pasa lo mismo o consultar las guías gastronómicas.

Con los años uno va haciendo un círculo de amistades lo suficientemente amplio y especializado para que me aconsejen tanto sobre literatura como sobre dónde comer bien. Es cierto que no siempre coinciden completamente con mis gustos, pero son consejos bien intencionados y sin ningún interés oculto. No sucede esto mismo con las guías, especialmente en los últimos años que a las tres grandes Michelin, Gourmetour y Repsol (antes Campsa), Internet ha añadido una gran cantidad de barcos de bandera dudosa o de conveniencia. El resultado, muchas veces, cuando uno trata de buscar un buen sitio en una ciudad o zona que no conoce es el de pasar un buen rato hojeando y pasando páginas web con la sensación de que no va a acertar. En esos momentos se echa en falta un buen amigo, aunque la mala noticia, es que éste no existe en el mundo de las guías.

Se trata de formar el criterio propio mediante la lectura de guías, pero también de la prensa, los blogs gastronómicos y de vinos, las guías institucionales (Cantabria), los libros y, muy especialmente, la experiencia de años obtenida mediante el método de prueba y error y de muchas horas sentado a distintas mesas y con muchas personas que saben apreciar la buena comida y bebida. Aun así no siempre se acierta, aunque esto no suele tener una transcendencia mayor que la de volver a llamar al amigo que no asesoró bien y no repetir en ese restaurante ni aconsejarlo. Este es el único poder de los consumidores y la grandeza de los buenos restaurantes que se encumbran por la boca de sus comensales y de la palabra que habla de su calidad a otros.

Vengo usando la guía Gourmetour desde casi su inicio y en los últimos años la complemento con la Michelin y con las referencias de algunos gastrónomos reconocidos que escriben en prensa y que, hasta ahora, nunca me han fallado, como es el caso de Manuel Martín Ferrand, imprescindible para los restaurantes de Cantabria. Mi valoración de las guías citadas es dispar. La primera me ha sacado de bastantes apuros y coincido bastante con su clasificación, aunque es desigual por localidades. La segunda me suele deparar pocas buenas sorpresas, a pesar de que ha abierto recientemente el número de referencias a través de su nueva categoría. Lo que sí he constatado es que con frecuencia el otorgamiento de una estrella a un buen local acarrea asombrosas transformaciones, tanto de decoración como de equipamiento, y no todas son precisamente buenas.

Las buenas noticias de las guías son que hay muchas y que nunca sustituyen a un buen amigo.

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